viernes, 3 de junio de 2011

Una noche británica.

 

Las ausencias que sustituyen ausencias. Los hijos de Marías se aplastan contra la pared, como yo hice antaño. Pavesa. Mis cenicientos brazos que se hunden retratados. Ansío poseer la edad del tiempo para, desde un portal ajeno, ver como la lluvia empapa la persiana rota, que enmarca la emigrante mirada, de madera en la vieja finca de enfrente. Puedo ser un perro que ladra y lee a Dylan Thomas, pero me quedo en Withman y el río que es olor, pasado siendo presente. La civilizada muerte de las vacas. Coincido con el niño vestido de amarillo, en el instante justo en que no es de día ni de noche. Juntos apartamos los libros del contenedor de papel y juntos nos repartimos el botín de plátanos marrones ignorando, aversión anclada del pasado, la interesada sucesion de amigos.

jueves, 2 de junio de 2011

La mansión en el astro

 


Dominios especulativos. Una energía intencionada calificada para ahormar el orbe material y otorgarle la apariencia que yo ambicione. Telequinesia. Tictac. Me acostumbré a marcar con un circulito las palabras finales de una lectura. Ruido en la cocina, Hume. Así, habían páginas con inumerables circulos, incluso de diferente color, y páginas sin apenas marcas. El reino del manco Prester John. Las pausas se debían a la entrada de un cliente o al aborgatamiento de mi mente, que pedía descanso. Todo me acercaba al Cyrano en la luna.