lunes, 22 de agosto de 2011

Contencioso poscavouriano

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"Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato."
Federico Garcia Lorca, New York (oficina y denuncia)

De los nudos del tronco caen los pinceles, escobillas que rasgan el solado. De todos el rojo queda sobre y atravesado haciendo manar de la cola de marta siberiana un corazon infantil. Las gotas que prenden de su punta, dos, se disponen a crear palabras en el instante preciso en que la luz del ventano cambia creando una bruma en el cuarto. Los ojos abiertos se acostumbran y deducen la mayoria de los cuerpos desnudos que alzan el cuerpo atado, como un animal mitologico a punto del despiece y lo cuelgan boca abajo, a la altura de las virilidades inhiestas.

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Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Federico Garcia Lorca, New York (oficina y denuncia)

Detras, sobre los cobres de las paredes atadas de impolutos urinarios, se abre un tragaluz con remolque. Dentro, la penumbra de una chimenea añade contornos a las sombras proyectadas de cuatro criadas irlandesas que sirven una bandeja de alpaca con una licorera medio llena y dos vasos labrados. - Llamame como quieras pero nombrame, suplica con los ojos vendados un tronco a cuatro patas. En su cabeza dan vueltas un mondadientes de plata, el correr para alcanzar un autobus en la quinta avenida, el almacen judio al lado de Tiffany's, la pitillera regalada, la perdida del sustento de una existencia, los camaleones que acuden al compas de la musica en Mojave, Tom de Finlandia rescatando un marinerito en L.A, una vagina seca y vacia.

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Debajo de las sumas, un río de sangre tierna;
un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Federico Garcia Lorca. New York (oficina y denuncia)
Resuena Bowie desde la escalera vecina a traves del ventano y los poros de una pared casi ausente. La luna, ya sin bragas, se asoma al cristal que a su vez asume un sinonimo de espejo (si fuese Pereiro esto seria una noche de abril. La segunda luna de abril clavada). En este jugar de reflejos la noche llora pero no estellas y las gotas se superponen unas a otras en el cristal del espejo que es agujero en la pared y madera y luna. El tronco atado esta en el suelo en posicion de feto muerto, pero solo descansa en el discurrir de los encuentros y compara el sufrimiento. Nada que ver con aquel dormitorio casi antiguo de caja de corazones de chocolate, ni las moscas (tan presentes de los poetas) con las de la camiseta azul cielo, ni estos cuerpos gordos de perillas negras y orejas agujereadas con aquel cuerpo abyecto, manipulador, comprador de deseos.

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Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
Yo he venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.
Federico Garcia Lorca. New York (oficina y denuncia)
Sueña el tronco con el corte (como si Cepo fuera) desde el escroto a la mandibula. Y añadir la figura blanca al monton de torsos apilados en la esquina del patio bajo los ramajes. Cuerpos que han desfilado y a los que agradece, gracias. Piensa el madero en esto mientras se preparan los cinco para un nuevo ataque, potro, sexo anal, anillas, pinzas de madera. Quiere, al contrario que Garcia Montero, empapar con su vientre la savia envenenada, vengarse de quien se apila por abocarle irremediablente ya, al sexo de cuero. Oye la cadena al acercarse, respira, y por fin, descansa de nuevo.

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