martes, 23 de agosto de 2011

gibraltar

 

Eramos pobres de solemnidad y para ahorrarse el peluquero nos rapaban cada mes al cero en la escalera rota que accedia a tu casa. Para nosotros era el porche donde bebiamos ponche de naranja en una taza inglesa rota de porcelana, con el dedo pequeño levantado, desde alli oteabamos a los paletas rascarse la barriga. Soñabamos, con las manos enlazadas, en un futuro de labios apretados y pinchazos en el dedo, jurandonos amor fraternal, erotico y eterno. La primera vez que lami tus dedos, repasando el empeine y la planicie de tus mapas, gemiste de placer estirando la espalda y tirando las botas hacia el oceano de ojos deambar artificial. En el acantilado los androides nos espiaban. Uno rascandose la cabeza. El otro acariciando la entrepierna.

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